Para huir de la infantilización

Por: Oswaldo Osorio

El cine en 115 años de existencia ha tenido muy pocas revoluciones. La primera fue la llegada del cine parlante en 1927, y la segunda cuando el cine de autor, desde finales de los años cincuenta, se establece como una importante forma de hacer y ver cine. La tercera gran revolución es el uso de la imagen digital, y aunque empezó durante la década de los noventa, es en ésta que acaba de finalizar cuando se consolidó como una forma que cambió a la industria y al público.

Es por eso que cualquier balance que se haga sobre el cine del primer decenio del siglo XXI debe empezar por esta revolución que aún no ha terminado. Ahora el cine puede hacerse sin cámaras, sin actores ni escenarios, todo a golpe de mouse y tejido con pixeles. Antes de esta década, las imágenes digitales o generadas por computador aún se antojaban extrañas y disonantes entre las otras imágenes del “mundo real” captadas por una cámara. En los últimos años ya no es posible diferenciarlas, lo cual ha implicado un sustancial cambio en los métodos de producción, así como en las historias que se pueden contar, porque ahora ya no existen los límites físicos.

Este fenómeno reorientó la dirección de la industria del cine, es decir, la de Hollywood, que es la hegemónica. Una primera consecuencia es la marcada tendencia hacia el cine de fantasía, ciencia ficción, superhéroes y catástrofes, es decir, los géneros que antes estaban limitados por la creación de otro tipo de realidades y personajes, pero que ahora el único límite que tienen es la imaginación de sus creadores. La consecuencia de esto es que las quince películas más taquilleras de la historia del cine tienen precisamente estas características y sólo tres no son de esta década (sino de la anterior).

Pero todo esto implica una situación aún más cuestionable, y es que el público se está infantilizando y optando por la evasión, muy a pesar del oscuro panorama mundial que se registra desde el principio de la década con asuntos como el Septiembre 11, la consecuente polarización política en el mundo, la crisis económica, la alarma (o alarmismo) ambientalista, etc. Y sin embargo, a la industria del cine y al público no les importa y la una sigue explotando franquicias con varias entregas (El Señor de los anillos, Harry Potter, X Men…) y el otro, sin rechistar, asiste, una tras otra película, a ver más de lo mismo.

En términos de público e industria, también ésta fue una década de importantes transformaciones en las formas de ver y distribuir el cine. Tal vez en la actualidad la gente vaya menos a cine, pero ve más películas que nunca. Es en este decenio que se consolida el formato DVD, lo cual trajo consigo un mayor interés por consumir cine en casa; por otro lado, la televisión por cable llega a la era digital potenciando sus servicios, como el confortable concepto de “películas a la carta”, por ejemplo; y finalmente, otra revolución en el campo del visionado y la distribución se está dando con el Internet, ya sea por vía de la piratería o la venta, casi todo el cine es posible adquirirlo por este medio y aun sin que haya llegado a las salas.

Pero dejando a un lado el componente industrial del cine, en lo que tiene que ver con su condición de arte y lenguaje es poco lo que ha variado. Se pueden mencionar cinematografías, directores y tendencias, pero nada muy distinto a la dinámica que el cine ha traído en las últimas décadas. Es importante resaltar, como la alternativa que le hace el contrapeso a la infantilización del público y la industria, la vitalidad que mantiene el cine de autor y el cine independiente, así como la apertura al mundo de cinematografías como la asiática, en especial la de países como Corea del Sur, China y Japón. Incluso series televisivas como Los Soprano, 24, Lost o Dexter, son productos que están pensados como cine en televisión y tienen mejor calidad que muchas de las películas estrenadas en los teatros.

A continuación una lista (la última hasta dentro de diez años), personal y caprichosa como lo son todas, pero puede servir de referente o al menos como objeto de discusión. Es bastante lo que se queda por fuera, por supuesto: Tarantino, los Coen, Cronenberg, Michael Haneke, Kim Ki Duk, Jean Pierre Jeunet, Tim Burton y muchos otros que fueron protagonistas de la década. Pero al menos es una lista que quiere poner la luz en un cine distinto a ese que tiene un poco idiotizados al público, a la industria y a los medios.

1. Deseando amar (Won Kar-wai, 2000)

Bella y dolorosa historia de desencuentros construida a partir de la sutileza y el estilo visual único de uno de los directores más originales, audaces, sensibles y estimulantes de los últimos tiempos.

2. Mullholand Drive (David Lynch, 2001)

Un filme con tantas interpretaciones como espectadores pueda tener. Una turbadora realidad de pesadilla que se desarrolla en un universo aparentemente cotidiano. Un cine sin equivalentes.

3. Río místico (Clint Eastwood, 2003)

El thriller perfecto realizado por un maestro del cine clásico. Áspero y conmovedor relato narrado con pulso firme y unas interpretaciones cautivadoras y contundentes.

4. Tideland (Terry Gilliam, 2006)

Una de las más bizarras e inquietantes historias de la historia del cine. El delirio, la realidad y la fantasía son conjugadas por el genio terrible de un director que con cada película se empeña en mover los límites de lo que es posible en el cine.

5. Memento (Christopher Nolan, 2000)

Un thriller convencional contado de forma extraordinaria. El juego con el orden de la narración y la transfiguración de la relación entre causa-consecuencia hace que en esta cinta la forma sea el fondo.

6. Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2003)

El talento artesanal y la chispeante imaginación del mejor realizador de video clips de los últimos quince años es puesto al servicio de esta original y reveladora historia de amor.

7. Héroe (Zhang Yimou, 2002)

Con la primera película de su trilogía wu-xia (melodrama épico de artes marciales), este versátil director chino demuestra que los esquemas de un género pueden ser enriquecidos por magnificencia visual y complejidad en sus ideas y narración.

8. Dogville (Lars Von Traer, 2003)

Una cinta que es el resultado del genio inquieto de un director controversial. Aquí (y en su continuación, Manderlay) se puede ver la perfecta síntesis entre el lenguaje del cine y el del teatro.

9. Batalla en el cielo (Carlos Reygadas, 2005)

Este mexicano probablemente sea el director más interesante y original del cine latinoamericano de la última década, y ésta, su segunda película, es una mirada limpia y descarnada a la naturaleza humana.

10. Bowling for Columbine (Michael Moore, 2002)

Opinión política, verdades irrefutables y manipulación pasan por el discurso documental. La constatación de que el cine puede influir en las personas y la paradoja de que luchar contra el sistema también puede ser rentable.

Publicado en Agenda Cultural de la Universidad de Antioquia, No. 63, de marzo de 2010.

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