La marginalidad congelada

Por Oswaldo Osorio

Desde el mismo título esta película se conjura contra el estado de ánimo y la felicidad de sus personajes. El título es sólo un indicio de ese paisaje físico que rodea y condiciona el otro paisaje, el emocional, que se percibe tan bajo como la temperatura de aquella zona fronteriza en que viven, una zona marginada por el clima y la distancia. Es en estas circunstancias que se desarrolla esta historia, modesta pero con una fuerza conmovedora, una historia sobre la marginalidad a todos sus niveles: geográfica, económica, racial, sentimental y hasta de género.

Porque ésta es una historia de mujeres, que además son pobres y abandonadas, y para ajustar, cargando con el peso, también material y emocional, de la descendencia. De un lado está Ray, una mujer con dos hijos y abandonada por un esposo jugador que se llevó el dinero de la casa de sus sueños, y del otro está Lila Littlewolf, una joven de origen mohawk sin futuro que vive dándose tumbos contra el mundo.

Si bien las carencias económicas parecen ser el centro de la historia y conflicto inmediato, y efectivamente es lo que hace que estas mujeres tomen unas arriesgadas y fundamentales decisiones, es su desamparo y su espíritu atribulado lo que cubre el ambiente del relato como la fría nieve cubre el paisaje. Pero viendo aún más allá de lo que nos presenta esta historia, lo que realmente está en el centro es el encuentro entre estas dos desamparadas de la fortuna, así como esa desconfiada solidaridad que las une y pone de relieve su marginalidad. Es la relación que establecen lo que le da calor a esta historia tan aterradoramente fría, y lo que hace que el humanismo sea el que sobresalga por sobre esa gélida capa de indiferencia, rechazo y abandono en que viven.

El mayor peso dramático de esta historia deviene de ese estado permanente de infelicidad y desesperanza en que viven estas mujeres, pues parece que se levantan cada mañana sólo para mal vivir y sobrevivir. Lo único que las mantiene en pie y les da alguna fortaleza para continuar es la familia, esos hijos que pagan las consecuencias de su marginalidad y abandono. Por eso la única ilusión de Ray es tener una buena casa para estar con sus dos hijos, uno incluso al borde de la delincuencia; y por eso Lila sólo vive para recuperar a su hija.

De manera que las decisiones extremas que toman este par de mujeres, arrinconadas por ese mundo hostil y masculino, están amparadas por su instinto maternal y por la mutua fuerza que les da su unión como marginales. Cruzar el peligroso río congelado y pasar ilegalmente la frontera con inmigrantes es lo menos que pueden hacer para alivianar sus adversidades. Pero su mala fortuna no da tregua y las decisiones que al final deben tomar son todavía más radicales, y sin embargo, es ahí cuando su condición femenina, su humanismo y la amistad que en poco tiempo construyeron, consigue redimirlas, al menos con ellas mismas y hasta con los espectadores, aunque no tanto ante ese mundo que no tiene compasión por ellas.

Ésta es una de esas películas que sale de la nada y, con muy poco (bajo presupuesto, unos cuantos  personajes, rodada en video) consigue trascender los circuitos de festivales y hasta los comerciales. Su directora y guionista, Courtney Hunt, sorprende a todos en sus cuarenta y con su ópera prima con esta pieza sencilla pero intensa, en la que supo decir cosas esenciales sobre las mujeres y en general sobre la naturaleza humana, valiéndose de un guión tan sutil como contundente y la elección de una geografía que enfatiza esos sentimientos que de forma tan contundente supo poner en juego.   

Publicado el 24 de julio de 2009 en el Periódico El Mundo de Medellín. 

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