La técnica hipnótica

Por Oswaldo Osorio

Ésta es una de esas películas que se esperan con ansia para verla en cine. Desde hace muchos meses está disponible en video, pero ante las referencias de su belleza visual, se hacía imperativo esperar a verla en la gran pantalla y con la textura del celuloide. Y efectivamente, resultó ser un estimulante espectáculo visual, el cual, sin embargo, no tiene una correspondencia con lo que propone y cuenta en esos trazos creados con ingenio y gracia. Es decir, se trata de otra película más cuyas virtudes llegan sólo hasta su propuesta formal, que en este caso, por su belleza, resulta casi hipnótica.

Pero al chasquear los dedos y despertar de la hipnosis formalista, de la muy personal y atractiva propuesta gráfica, sólo es posible ver una historia esquemática en su argumento y en su tratamiento narrativo. Tal vez este esquematismo haya sido heredado de la novela gráfica que le dio origen, donde sí puede ser justificable por la falta de movimiento y banda sonora propios del cómic, pero en la película es una carencia más que evidente. La autora de la novela gráfica es Marjane Satrapi, quien hace en ella historia autobiográfica y, por la fidelidad de la película, aparece como codirectora de la cinta.

Esta situación es muy común en el cine, esto es, que por su base tecnológica, cada innovación en la técnica o su manejo, resulte por sí sola atractiva y con el carácter de virtud. Así ocurrió, por ejemplo, con las primeras películas que explotaron la imagen digital, la cual ahora, como se ha vuelto un recurso común, a nadie se le ocurre decir que un filme es bueno sólo por usarla, como ocurrió con los dinosaurios de Spielberg . Algo parecido está ocurriendo con un cortometraje colombiano llamado Rojo red (Juan Manuel Betancourt, 2008), con el que hay una surte de euforia en muestras y festivales,. Pero si se mira bien, es sólo el descubrimiento de un efecto entre divertido y fascinante, pero en últimas nada se dice con él, sólo lo usa. Y es que la técnica, ya sea el dibujo animado de Persépolis o el novedoso efecto de Rojo red, es necesario aplicarla creativamente, usarla como un medio, no como un fin.

Persépolis bien podría llamarse “historia ilustrada de Coquito del Irán contemporáneo”, o también, “melodrama biográfico de una mujer inconsistente”. Porque si se toma por el recuento que hace de la historia reciente de Irán, la película resulta más que simplista y obvia. Todo lo reduce a unos hechos históricos harto conocidos y a las consabidas condiciones de represión, en especial contra las mujeres, del régimen islámico.  

Con esa riqueza de propuestas que ahora tiene la cinematografía de este país para hablar de su realidad, la de esta cinta animada palidece por su reduccionismo y colección de lugares comunes. Está bien que se haga cine político de denuncia, pero debe haber una mínima elaboración que trascienda el mero pasquín audiovisual. Y no es excusa que, por tratarse de una animación, se empleen recursos maniqueos, donde imágenes e ideas definen en un trazo a buenos y malos, como si de cine infantil de animación se tratara.  

De otro lado, tenemos la historia personal de Marjane, quien resulta un personaje si no inverosímil, al menos tremendamente inconsistente. La cuestión es que, al juzgarla, si se trata de una historia autobiográfica ¿Estamos juzgando a la persona o al personaje? ¿O será que, como suele suceder, la misma Marjane Satrapi hizo concesiones a favor de lo dramático y argumental para que funcionara narrativamente mejor el filme?  

El caso es que en todas sus etapas vitales resulta una mujer (o personaje) molesto: primero por esa artificial precocidad cuando niña, que como es usual, parece más una infanta hablando con la voz del guionista; en su adolescencia y juventud, es una rebelde más sufriendo por los hombres, para quien parece no contar la sólida formación familiar ideológica y emocional que tuvo y el conflictivo lugar de donde viene, el cual le formó el carácter, como se sugiere en algún momento; mientras que de adulta resulta primero suicida y luego mal casada, nuevamente contradiciendo toda esa carga reflexiva e ideológicamente consciente que cruza el relato. Y además, todo esto contado como cualquier melodrama biográfico, con pretensiones de cinismo pero sin conseguirlo, y para colmo, con una voz en off omnipresente que siempre está queriendo decir más que la imagen, quitándole así el protagonismo a la única virtud del filme.

En resumen, es cierto que con esta cinta hay un deleite  con las imágenes, por la belleza e ingenio de muchas de las animaciones, cosa que se agradece en esta era donde la animación en 3D se hace cada vez más común y sintética, pero es necesario que la belleza y el ingenio también estén en los otros recursos del cine: en la narración, la historia, sus personajes, el planteamiento de las ideas, etc., porque la imagen, aunque muchos hipnotizados así lo crean y sea una perogrullada decirlo, es sólo una de las tantas partes de ese complejo universo que es el lenguaje del cine.

Publicado el 12 de septiembre de 2008 en el periódico El Mundo de Medellín.  

FICHA TÉCNICA

Dirección: Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud.

Guión: Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud; basado en las novelas gráficas de Marjane Satrapi.

Música: Olivier Bernet.

Francia - 2007 - 95 min.

 

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