Los inventos de los magos

Por Oswaldo Osorio Image

El cine es una ilusión, por donde quiera que se le mire: una ilusión óptica que aparenta el movimiento y una ilusión que falsea la realidad o inventa universos. Incluso en sus inicios el cine llegó a ser promocionado como “el invento de un mago”. Por eso la magia y el cinematógrafo tienen mucho en común, de hecho, ha habido algunos cineastas aprendices de magos, como Woody Allen y Orson Welles, nada menos. Pero hacer una película sobre la magia no es simplemente aprovechar ese poder ilusorio del cine para facilitar los trucos, sino más bien apropiarse de la “lógica” de la magia para hacer de la historia que se cuenta un gran acto de magia, con todos sus pasos y componentes, y esto fue precisamente lo que hizo Crhistopher Nolan con esta envolvente e ingeniosa película.

Con ciertos autores es posible hablar primero de su obra y con esto dar cuenta de buena parte de cada una de sus películas. En el caso de este director hay unos elementos comunes que cruzan su corta pero impecable filmografía y que están presentes en esta última cinta. Inicialmente, se destaca el perfil de sus personajes centrales, quienes están investidos siempre de una suerte de misterio que en algunos casos llega al misticismo, lo cual es más evidente en Following y Batman inicia. Son personajes que poseen un don o particularidad que les confiere un lado oscuro y que les representa muchas tribulaciones, el principal ejemplo está en Memento. Esta característica también determina que los conflictos de sus historias no sólo estén en la trama sino al interior mismo de los personajes, lo cual les confiere un carácter más complejo, atractivo y hasta inquietante. Además, siempre está el amor de una mujer de por medio, pero indefectiblemente es sacrificado porque la obsesión o la misión impuesta está por encima de ellas. Y por último, son todas películas intrigantes y de una gran precisión narrativa, que recrean un universo oscuro, sofocante y de alguna manera amenazador, esto se logra incluso con el exceso de luz presente en Insomnia.

Todos estos elementos, el personaje con un don, misterioso, místico y atribulado, el amor sacrificado, la precisión narrativa y las atmósferas opresivas, todo esto está en El gran truco, una historia sobre dos hombres que tienen una competencia a muerte –literalmente- por ser el mejor mago de Londres. Las motivaciones de esta singular disputa son la obsesión casi religiosa por su oficio y el deseo de venganza. Todo el relato se sostiene en una creciente tensión por tan inquietante antagonismo, donde la magia poco tiene qué ver, sino más bien la ciencia, la disciplina y el espectáculo. Es una confrontación en la que cada vez un mago supera al otro, en una sucesión de dar y recibir golpes que se podría comparar con un escenario que tiene una serie de cortinas que se van corriendo y cada una de ellas devela un nuevo y más sorprendente secreto, un giro inesperado, que hace casi imposible predecir lo que va a suceder y que le otorga cada vez más misterio a los personajes y hace más cautivadora la historia.

En la película explican los tres pasos de los actos de ilusionismo: la promesa (un objeto y el anuncio de su desaparición), el cambio (cuando desparece y el público queda expectante) y el prestigio (la sorprendente aparición que es lo que maravilla a la audiencia). Crhistopher Nolan aplica este mismo esquema a su filme, lo hace con cada acción de venganza de uno y otro ilusionista, pero también lo hace con todo el filme, porque al final, en su acto de magia que es contar y cautivar con una historia, nos revela su pretigio, es decir, la aparición de todo el sentido de su historia y los secretos de sus personajes, porque a diferencia del mago, su interés no sólo es revelar el resultado final, sino la compleja red de acciones y motivaciones que condujeron a sus personajes a darle cuerpo a esta historia tan deslumbrante y contundente.

Publicado el 17 de noviembre de 2006 en el Periódico El Mundo de Medellín.

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