Con la violencia en la sangre

Por Oswaldo Osorio Image

Con varias historias y personajes que se entrecruzan en una noche en la ciudad de Belgrado, el director yogoslavo Goran Paskaljevic crea una película que oprime y angustia por el peso de tanta violencia, de tanto odio e intolerancia. Por eso no es un cine para quienes buscan entretenimiento o evasión, porque es de esas películas que conmocionan un poco, que nos tocan de alguna manera y que nos obligan a pensar en ella después de verla, sobre todo a los espectadores de un país que, como éste, vive una realidad tan parecida. La diferencia con ese otro cine es que en una semana con seguridad habremos olvidado a Tomb Raider, pero esta película, quién sabe cuando.

El hilo conductor del relato es un taxista, pero también es el caos y la agresividad de una ciudad que parece en guerra consigo misma: un hombre lleno de ira porque le chocan el carro, un joven que secuestra un bus o un boxeador que mata a su mejor amigo, son algunas de las historias con que el director elabora ese hostil fresco de una ciudad donde sus habitantes no se soportan, donde la intolerancia y la consecuente agresividad parecen producto de un hastío social y existencial, de una insatisfacción con lo que son y  con lo que tienen.

Nadie parece darse cuanta de que con tal actitud sólo le dan continuidad a esa situación, prolongando un círculo vicioso que genera más violencia. Ya no están en guerra, pero la que tuvieron hace poco parece que todavía la llevan en la sangre y el menoscabo de los valores éticos y morales es cada vez mayor. ¿O sería  la falta de esos valores lo que los llevó a esa guerra de absurdos nacionalismos y limpieza étnica? Tal vez por eso en este filme todos son culpables y víctimas al mismo tiempo, todos están, como diría su director, “atrapados en la espiral de la locura balcánica.”

Esa locura por momentos se intenta mostrar con humor negro, pero el ensañamiento con tanta violencia en todos los niveles es tal que el  peso del drama es mayor y el filme todo el tiempo está regido por la crueldad, la tensión y la angustia. Por eso tal vez la única debilidad de esta película es el exceso, que si bien es contundente con su  mensaje, obedece a un pesimismo que resulta irreflexivo, un pesimismo sintetizado en una frase con que un personaje se refiere a Belgrado: “lo que has oído de esta ciudad, es mucho peor”.

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