La Historia a la luz de la propia moral

Por Oswaldo Osorio Image

Cada estreno del director norteamericano Steven Spielberg es ya de por sí un suceso cinematográfico a nivel mundial. Y no es para menos, porque este semi-dios del cine de Hollywood, ha marcado varios hitos en la historia del cine, y no sólo me refiero a sus sucesivos récords de taquilla, sino también a que muchos momentos de su obra han contribuido a la grandeza del cine como arte. Claro que este no es precisamente el caso de Amistad, su más reciente trabajo, un filme a todas luces simplista en el manejo del tema, difuso en su narración y decepcionante en su resultado global.

Esta película nos cuenta la historia de un grupo de africanos, que son transportados como esclavos hacia América, y la lucha jurídica de algunos norteamericanos por conseguir su libertad. Como se puede ver, se trata de un argumento con un tema más propicio para usar un tono grave y reflexivo, que para la aventura y el despliegue de efectos. Y es que  parece que Spielberg se ha decidido ya por alternar consecutivamente en su filmografía, lo que podríamos llamar las dos caras de su cine: una en la que cuenta con toda la pirotécnica posible para cautivar al público masivo, y otra donde maneja historias más serias y consecuentes, utilizando si se quiere, un lenguaje más sobrio y maduro.

Como el rey Midas

Pero Spielberg para configurar estas dos caras se tomó su tiempo, porque desde los 26 años adquirió el don del rey Midas, pues todo lo que tocaba, ya fuera como director o productor, se convertía en oro. Por eso, no se puede precisar si como causa o consecuencia de este don, sus primeras películas tuvieron casi las mismas características: Tiburón, Cazadores del Arca perdida, Indiana Jones y el templo de la perdición y E.T, todas ellas fueron producciones que competieron entre sí por recaudar la mayor suma de dinero y estaban cargadas de aventura, fantasía, acción, efectos especiales y estereotipos. Pero aún así son piezas a las que no se les puede negar sus cualidades dentro del género a que pertenecen, porque recordemos que el cine, en principio, fue puro entretenimiento.

Esta cara del cine de Spielberg fue definida, sin proponérselo, por el veterano director Joseph Mankiewicz al dar su opinión sobre E.T: “Es encantadora, aunque, desde luego, su rigor intelectual se reduce al de Lassie”. Pero en contrapartida, luego vendrían  El color púrpura, El imperio del sol y Siempre, una trilogía “seria” con la que le dio forma a su otra cara, tres películas que sí mostraron personajes y contenidos, bastante emotivas y conmovedoras, llenas de muy buenas imágenes y secuencias memorables.

Después se creyó que con la irrupción de la fantasiosa Hook y el estrépito de los dinosaurios en Jurassic Park, Spielberg retornaba para quedarse en la comodidad del cine-crispeta; pero fue cuando realizó La Lista de Schindler, indudablemente la cima de su filmografía, su obra más perfecta y acabada, una pieza de celuloide que le coquetea, sin pecar de pretenciosa,  al rótulo de obra maestra. Claro que luego vino la deslucida segunda parte de su fábula macabra sobre dinosaurios, y esto, sumado a la decepcionante Amistad, nos da una línea continua  que desciende desde la cima y que no se sabe dónde irá a parar.

Libertad e Igualdad

Pero parece que esta otra cara del cine de Spielberg está tomando un tono sospechosamente humanista, ungido de una filantropía redentora muy propia de los norteamericanos, y específicamente de su cine. Porque, sin quitarle el mérito que se merece como director, con todo su talento y oficio para contar historias y crear secuencias e imágenes de gran intensidad, esta presunta lección de historia que parece ser Amistad, lo único que hace es aumentar la crónica ignorancia del norteamericano medio, ese que cree que Grecia es sólo un país y que al sur del trópico de cáncer sólo hay selva, ese que interpreta de acuerdo a arquetipos y que es poco riguroso cuando de profundizar se trata.

Y es que en esta película, a pesar de ser una superproducción (¿Qué más podría ser?), el trasfondo histórico es tomado muy a la ligera, empezando por los malos de la película (porque siempre tiene que haber un malo), en este caso los españoles. Ese país es descrito como una tierra inhumana y retrógrada, gobernada por los caprichos de una niña, Isabel II, a la que siempre muestran viviendo en un reino de fantasía, mientras norteamericanos e ingleses luchan henchidos de integridad por la libertad y la igualdad de los hombres.

Pero lo que no se ve en esta película de Spielberg, lo que los discursos de los abolicionistas dicen sólo a medias o lo que muy cínicamente oculta el sermón del oficial ingles mientras destruye la prisión de esclavos, es que todas las potencias coloniales de ese tiempo estaban implicadas, de una u otra forma, en el sometimiento de seres humanos. Por ésta y muchas otras razones, en momentos resulta chocante la visión simplista y manipulada que plantea el filme de un periodo histórico tan complejo.

Además, los norteamericanos, como siempre, quedan bien plantados como los adalides de la libertad y dueños de la verdad, porque en toda la película apenas si hay un asomo de autocrítica, pues parece que confunden su potencial militar y económico, con una presunta autoridad moral. Y Spielberg ha demostrado que la tendencia de su vena humanista es la redención aplicada a esta moral: ya se ha referido en sus películas a la mujer, a los judíos, a los esclavos y tal vez sigan los homosexuales o los tibetanos, que están de moda. Pero, por más buenas intenciones que tenga con este tipo de temas, parece ser que no es del todo digno de confianza.

De la factura del filme, la creación de imágenes y su narración, poco hay que decir: son simplemente a lo que el director ya nos tiene acostumbrados. Sin embargo, se queda a ratos en el sopor e irritación de un argumento laxo y maniqueo. También peca muchas veces de algunos vicios propios de su cine más comercial, sobre todo en cuanto a la estereotipación de personajes o en esas escenas a todas vistas hechas para tocarle el ombligo al espectador, como cuando Cimque, el esclavo líder, comienza a clamar por su libertad en medio de la corte con su recién aprendido inglés. Tal vez Amistad tenga cosas buenas, pero, a pesar de que Steven Spielberg es uno de los directores de mis afectos, no va ser en este comentario donde se hable de ellas.

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