La niña santa y el verdadero santo

Oswaldo Osorio

La revista de cine Kinetoscopio  publicó su edición 107, dedicada al escritor Gabriel García Márquez y su relación con el cine, tan inspiradora como problemática.  Un dossier impreso en papel con artículos, ensayos, críticas y el cómic. Este texto hace parte del nuevo número.

Esta historia primero fue una columna de prensa y luego pasó a ser película, para terminar como cuento. Se trata de una cadena que define elocuentemente la vocación y los oficios de Gabriel García Márquez a lo largo de su carrera. La vocación fue la de contador de historias, extraordinarias -en el sentido de lo inusual- y cargadas de fuerza poética; y los oficios fueron, por supuesto, los de periodista, escritor y guionista, los cuales ejerció con mayor o menor éxito e intensidad.

La columna, titulada La larga vida feliz de Margarito Duarte, y publicada en el periódico El Tiempo en 1981, desarrolla el relato en sus principales componentes: la historia, la trama, los personajes y la "solución poética" al conflicto del protagonista. Es un relato eficaz y objetivo que da cuenta de un hombre que, luego de encontrar a su hija incorrupta después de doce años de enterrada, viaja a Roma con el cuerpo para solicitar su canonización, y allí permanece dos décadas lidiando con la burocracia política y eclesiástica sin conseguir su objetivo. Y la solución poética: el verdadero santo es él, por su tenacidad e incorruptible fe.

El cuento, por su parte, se titula La santa y hace parte del libro 12 cuentos peregrinos, el cual, sin embargo, fue publicado en 1992, por eso la cadena de la que se habló antes no tiene la secuencia que parecería más lógica, esto es, columna, cuento y película. Este es un giro muy significativo, puesto que algunas de las subtramas y personajes que el cuento le adiciona a la columna periodística parecen haberse originado en la experiencia cinematográfica.    

El cuento está construido sobre el mismo texto de la columna, añade algunas frases o explicaciones a lo ya escrito y, como adición determinante, a un estudiante de cine que narra en primera persona la historia de Margarito. Al argumento, aparte de un prescindible episodio con una prostituta, le suma otro que cuenta cómo el estudiante y Margarito van adonde Cesare Zavattini para que este conozca la historia y tal vez se pudiera llevar al cine. Pero cuando el célebre ideólogo del neorrealismo italiano vio a la niña, dijo que no se podía, porque nadie lo iba a creer. Aunque luego se le ocurrió que la única forma era que la niña resucitara, y con esto encontró la solución poética para la película, así como lo hizo con Milagro en Milán (Miracolo a Milano, Vittorio De Sica, 1951) cuando puso a volar a todos sus protagonistas.

Pero claro, la película se había rodado ya cuatro años antes, por lo que esa solución la encontraron García Márquea y Lisandro Duque en el guion de una película que supo desarrollar los distintos tonos narrativos y argumentales que propiciaba esta historia, desde el pintoresquismo propio de la noticia original que daba cuenta de la idiosincrasia en las provincias de Colombia, pasando por las explícitas críticas a los estamentos políticos y eclesiásticos, hasta el talante literario y poético de la historia y sus protagonistas, el cual no podía estar exento del realismo mágico como la marca propia del escritor colombiano.

El filme hizo parte de una serie llamada Amores difíciles, que adaptó seis de los cuentos del nobel y contó con su participación como co-guionista. Milagro en Roma es un relato contado en el estilo sobrio y eficaz que se le conoce al director Lisandro Duque, quien incluso participa como actor secundario y lo hace con una convincente desenvoltura. Aunque claro, todo el peso de la puesta en escena recae sobre la presencia y el trabajo interpretativo de un Frank Ramírez que, si bien es un actor que pocas veces varía su registro, de todas formas, para efectos de esta historia, su figura y actitud resultaron las indicadas.

El caso es que se trata de una de las felices coincidencias en el esquivo maridaje entre Gabo y el cine, porque es un filme que, sutil o frontalmente, sabe atisbar en distintos universos: la mirada que hace a la provincia (lo cual ha sido siempre el interés de este director), las agudas observaciones políticas e ideológicas (también propias de un cineasta bastante crítico), la picaresca que alcanza a pasear el relato por los predios del humor negro, la patética y enigmática construcción de su protagonista, y en general, esa sorprendente historia que es capaz de trascender la mera anécdota insólita y elevarla al nivel de relato poético, con ese final asombroso, pero creíble, como años después lo afirmaría Zavattini, un final que lo hace encajar todo, sin que parezca una concesión, todo lo contrario, pues es un bello final que pone a prueba la fe y la sensibilidad del espectador.   

Publicado en agosto de 2014 en la revista de cine Kinetoscopio No. 107. 

PELÍCULA COMPLETA:

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