La victoria de las cosas

Oswaldo Osorio

No hay por qué sorprenderse por la forma en que dos películas sobre una misma familia consiguen reflejar los dos grandes males de Colombia, y específicamente de Medellín. Es que todo está conectado y la violencia cruza todas las esferas. Y aunque en The Smiling Lombana no está todavía esa violencia, sí la aborda reflexivamente y prefigura aquella que se erige implacable y arbitraria en Carta a una sombra (2015), la ópera prima de esta misma directora y codirigida con Miguel Salazar.

Estas películas son sobre cada abuelo de Daniela Abad, tan distintos como lo pueden ser un prohombre y un pícaro dandy de pueblo. Y mientras la primera es el cálido y doloroso retrato de una figura insigne y trasparente, que pagó su compromiso social y político con la vida; el otro es un inteligente, carismático y mundano ser, tan arribista como misterioso. Cada hombre y película hablan de un distinto aspecto del contexto colombiano: por un lado, el de la injusticia social y la violencia política; y por el otro, el del país que sucumbió a la falacia del dinero fácil, y con ello trastocó de forma cruenta toda una sociedad.

En esta relación y comparación entre ambos filmes, surge una de las paradojas del cine, y de cualquier relato, y es que los villanos tienden a ser más interesantes que los héroes, tanto argumental como dramáticamente. De ahí que, a la hora de construir y seguir una historia, Tito Lombana sea más atractivo que Héctor Abad Gómez. Tal vez por esto The Smiling Lombana está planteada como una pregunta por resolver sobre la identidad de un hombre y el oscuro secreto de una familia. Y efectivamente, el relato siembra de entrada este misterio y lo va develando paulatinamente, de forma inteligente y envolvente.

Y así, siguiendo una cronología que por sí sola se va haciendo más intensa y compleja, en virtud de la vida de su protagonista, la película va construyendo con solidez y riqueza de matices esta historia de vida, haciendo uso de diversos recursos, desde las imprescindibles y elocuentes imágenes de archivo, pasando por los testimonios de los familiares y una pesquisa casi detectivesca por parte de la autora, hasta la voz en off en primera persona.

Este último recurso, la voz en off, resulta especialmente importante en la construcción de la película, por dos razones: la primera, es el punto de vista, pues esa mirada e indagación desde la nieta del personaje, le confiere al relato una autenticidad e intimismo que difícilmente se lograría desde afuera o con un tono de objetividad; y la segunda, que esa misma voz, así como habla desde sus apellidos, Abad Lombana, lo hace reflexiva y lúcidamente como una cineasta que entiende que esa historia de su familia es también la historia de la ciudad, en especial en lo referido a la nefasta manera en que esta sociedad terminó degrada por la ambición y por la victoria de las cosas. 

Publicado el de 20 de enero 2019 en el periódico El Colombiano de Medellín.

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