Cali, la sucursal del cine

Como reza su eslogan, Cali ha sido la capital colombiana del cine en algunas épocas. Lo fue sobre todo durante los setentas y principios de los ochentas, cuando un poco en charla, pero finalmente muy en serio, se habló de ella como Caliwood, por la febril actividad que se dio en torno al cine por esos años, con Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y Luis Ospina como los más destacados promotores de esta fiebre desde la crítica, el cineclubismo, la cinefilia y la realización.

Es por eso que el único sobreviviente de este trío, Luis Ospina, ahora como director artístico del evento, dice que apenas es normal que Cali tenga un festival, para que la ciudad sea, al menos por algunos días, esa capital del cine que Caicedo soñó en uno de sus cuentos (aunque también lo está siendo por la reactivación de la producción de largometrajes). Y para serlo, Ospina se empeñó en hacer del evento el mejor del país, a fuerza de una selección compuesta por más de doscientas películas de veintiséis países escogidas con el criterio de quien es uno de los más rigurosos cinéfilos del país.

Si esta segunda versión, de acuerdo con su eslogan, fue una especie de declaración de principios que apeló a la historia cinéfila de la ciudad, la primera partió de un lema que también era una declaración, pero aún más decidida y audaz: “Encuentros cercanos de la ficción y la no ficción”. Con esto, el nuevo evento marcaba distancias en relación con otros festivales del país, no solo porque se ponía al día con uno de los debates más importantes en el mundo del cine en la actualidad, sino porque con esta orientación se daba licencia de explorar distintas formas de la expresión cinematográfica: “Un festival con personalidad propia, producto de nuestras curiosidades y de la urgencia de estar al día en lo que sucede en próximas y lejanas latitudes”, afirmó su director.

¿Otro festival de cine?

En una época en la que los festivales de cine están de moda (hay más de sesenta en el país, entre muestras y festivales), pareciera que uno más no era necesario. Sin embargo, el recién nacido FICC, demostró en esta segunda versión que no solo es necesario sino también importante que exista, en especial por las dos razones comentadas ya a partir de sus dos primeras frases de batalla, esto es, por la relación que esta ciudad siempre ha tenido con el cine y por las características de las películas que en él se pudieron ver.

Es necesario hacer énfasis en el segundo aspecto, porque si uno normalmente va a un festival a ver películas que de otra manera no sería posible apreciar en la siempre pobre cartelera del país, en la muestra caleña se pudo encontrar, además, una selección realmente inédita, producto de un criterio que busca en los límites del cine, del pasado y el actual. Esos límites que el cine de todos los días, el de Hollywood, el de otros festivales o el de las películas piratas de esquina no se acercan nunca a explorar.

Las más de doscientas películas que componían la muestra, por supuesto, no era posible verlas. Por eso, como ocurre en todos los festivales, fue necesario tomar difíciles y arriesgadas decisiones. Optar por la Selección Oficial Internacional es una apuesta segura, en la que, por ejemplo, se pudieron ver muy buenas películas como Morir como un hombre (João Pedro Rodrigues 2009), la cinta portuguesa que a la postre ganaría el festival, una conmovedora y encantadora historia sobre un transexual en el ocaso de su carrera; un documental revelación del exótico Paraguay titulado Cuchillo de palo (Renate Costa, 2010), la mirada lúcida e inquieta de una joven hacia su historia familiar y la de su país en relación con la intolerancia frente a los homosexuales; o también la cubana Memorias del desarrollo (Miguel Coluya, 2009), la contracara de la mítica Memorias del subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea, 1968), para la cual se contó con la presencia del lúcido y octogenario escritor Edmundo Desnoes, autor de los dos libros que inspiraron esta doble película.

Ver estas dos películas, más las conversaciones que el público pudo sostener con Desnoes y Coluya, resultó ser una experiencia cinematográfica e intelectual completa y estimulante, esto a razón de las reflexiones y discusiones que se pudieron hacer sobre cine, el régimen cubano, la literatura, la ficción, el documental, el desarrollo, el subdesarrollo, el cine vs. el video, y tantas otras cosas.

Hay un tercer lema de este festival, el cual es consecuente con la orientación que se le ha dado a la curaduría de la muestra, y este lema es “hacer visible lo invisible”. En esta medida, la presencia de la mayoría de películas presentes en las diferentes muestras ya era una ganancia para los asistentes al festival, pero también esto, justamente, daba lugar para las más disímiles propuestas que siempre despertaron encontradas reacciones.

Por sólo mencionar algunas, se pudieron ver los más recientes documentales de dos de los más prestigiosos representantes del género, Patricio Guzmán y José Luis Guerín. Del primero se presentó Nostalgia de la luz (2010), en el que el director de nuevo recurre a las secuelas de la dictadura, pero esta vez desde una original perspectiva; y del segundo se pudo ver Guest (2010), un trabajo que da cuenta de la mirada (un tanto exotista y sensacionalista, de acuerdo con los lugares y personajes que decidió documentar) que este documentalista hace de las ciudades a las que ha sido invitado con su obra.

Así mismo, una película como Lo que más quiero (Delfina Castagnin, 2010) fue una de esas cintas que cautivó a los espectadores por su simpleza y sensibilidad. En contrapartida, hubo obras que despertaron ofuscadas reacciones por la naturaleza de sus temas y el tratamiento que se les dio, como El americano que electrificó Rusia (Michael Chana, 2009), que reconstruye la biografía del hombre al que se refiere el título; o como La tierra de la locura (Luc Moulle, 2010), un pormenorizado recuento y recorrido de numerosos casos de locura y brutales asesinatos en una región de Francia.

Cine, literatura y muestras alternas

Además de esa Selección Oficial Internacional que no hace diferencia entre documental y ficción, el festival estuvo enriquecido por unas secciones que extienden aún más esos límites del cine mencionados antes: Homenaje a Andrés Caicedo, retrospectiva del director español Isaki Lacuesta, las encantadoras películas de Jacques Demy y de un realizador maldito, Iván Zuleta; una sección sobre cine y música y otra sobre cine y literatura; cine y video experimental, muestra de escuelas de cine y cine cubano, en especial de un documentalista censurado llamado Nicolás Guillén Landrián; Selección Oficial de Cine Colombiano; homenaje al director de culto mexicano del cine de horror Juan López Moctezuma y a la actriz argentina Inés Efron.

Igualmente, y como ya está siendo costumbre en los más importantes festivales del país, se programó una serie de actividades académicas en torno al cine y a la relación entre el cine y la literatura, que era el tema de este año. Por eso, además de las ruedas de prensa con los directores de las distintas películas participantes, algunos de ellos y otros invitados para el caso, estuvieron encargados de realizar charlas, conferencias, conversatorios y talleres en distintos lugares de la ciudad, en especial en las universidades que se vincularon activamente al festival.

Como todo festival que empieza, en lo que tiene que ver con la organización todavía tiene que afinar muchas cosas, así como tienen que hacerse a un público más amplio, pero en esencia es un evento que tiene lo necesario para ser el más importante del país, porque posee las dos condiciones para serlo: recursos suficientes (suministrados por la Alcaldía de Cali) y una curaduría de gran nivel. Lo demás es loma, y claro, que la cinefilia del país se deje atraer por esta oferta de selectas imágenes en movimiento y por esa ciudad que quiere que se le siga asociando con el amor y la pasión por el cine.

PREMIOS MARÍA
- Mejor Largometraje Selección Oficial Internacional: Morir como un hombre, de Joao Pedro Rodríguez (Portugal / Francia)
- Mejor Cortometraje: La oscuridad del día, de Jay Rosenblatt (EE.UU.)
- Mejor Largometraje Selección Oficial Colombia: Los extraños presagios de León Prozak, de Carlos Santa
- Premio Especial del Jurado para largometraje: Cuchillo de palo De Renate Costa (Paraguay / España)
- Premio Especial del Jurado para cortometraje: Cuerpos frágiles, de Oscar Campo (Colombia)
- Premio Especial Del Jurado Selección Oficial Colombia: La sociedad del Semáforo, de de Rubén Mendoza.

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