Cine colombiano para la memoria

Por Oswaldo OsorioImage

El público colombiano no ha visto casi nada del buen cine que se ha producido en el país y mucho menos conoce su historia. La memoria que guarda del cine colombiano está viciada por el abundante pero irregular cine que se hizo durante la era Focine en la década del ochenta y por los prejuicios que tiene ante la recurrencia de las películas a desarrollar temas relacionados con la violencia y la realidad del país. Por eso en el imaginario colectivo la visión que se tiene es la de un cine deficiente y monotemático.

Tal vez El taxista millonario y La estrategia del caracol sean las películas que más presentes tienen los colombianos a la hora de pensar en su cine, lo cual las hace películas muy populares, pero no necesariamente obras de calidad o que hayan sido significativas en la evolución de nuestra cinematografía, que es lo que realmente cuenta al hacer balances. Y es que por su doble naturaleza de arte e industria, el cine siempre ha tenido que equilibrar ambos componentes, y por eso es muy limitado sacar conclusiones a partir de uno solo de ellos, sin embargo, el más frecuente error es medir la importancia de un filme por su recaudo en taquilla. De ser así, Titanic sería la mejor película de la historia del cine.

Pero en Colombia hay películas que ni siquiera el público alcanzó a ver, ya por la censura, por inoperancia de sus productores a la hora de distribuirlas o porque los mismos exhibidores las han sacado de la cartelera, incluso antes de cumplir un fin de semana, porque no son rentables. A eso se suma lo poco que van los colombianos a cine (sobre todo ahora en la era de las video tiendas piratas, la televisión por cable y el DVD) y, cuando lo hacen, rara vez eligen la película nacional que está en medio de la apabullante (aunque muy regular) oferta de cine de consumo.

No se puede negar que nuestra cinematografía ha padecido de grandes males y carencias, cuando no es que simplemente ha desaparecido por largos periodos. De hecho, apenas a partir de la década del sesenta se puede hablar de películas con algunas cualidades cinematográficas, las cuales fueron realizadas por directores que empezaron a pensar y a mirar con la lógica propia del lenguaje del cine.

Pero el gran problema de nuestro cine es la falta de una industria que les dé a los directores y productores la posibilidad de tener una continuidad en la realización, lo cual les permitiría consolidar una obra y un buen oficio como cineastas. La cuestión es que si no hay buenos cineastas y películas de calidad (o al menos atractivas para su consumo), entonces tampoco hay industria. Es un círculo vicioso.

Todo esto ha hecho que no se pueda hablar de un “cine colombiano”, sino de algunos directores y películas que han conseguido tener cierto significado e influencia en la historia del cine del país. Estos directores y películas son la base de una cinematografía que apenas si alcanza los 200 títulos (contando sólo largometrajes argumentales), una cinematografía que actualmente se encuentra en tan buen momento que seguramente dentro de poco modificará esta lista, la misma que aquí se presenta en un menos arbitrario orden cronológico y que fue pensada, más que por la pasión que siempre está asociada al celuloide, por la importancia que reclaman en la historia del cine nacional.

1. El drama del 15 de octubre (Vicente y Francisco Di Domenico, 1915)

El primer filme hecho en Colombia, que además inaugura la presencia de la violencia y la realidad del país en el cine, pues se basaba (no existe copia) en el asesinato de Rafael Uribe Uribe.

2. El río de las tumbas (Julio Luzardo, 1964)

Por fin en Colombia se empieza a hacer cine con lenguaje de cine: creando atmósferas, iluminado y no sólo alumbrando, construyendo personajes y planteando historias relevantes.

3. Pasado el meridiano (José María Arzuaga, 1967)

Otro hito que les enseña a los cineastas del país a no recurrir a los estereotipos y a modelos foráneos para hacer un cine nacional. Un filme imperfecto, pero conmovedor y contundente.

4. Canaguaro (Dunav Kuzmanich, 1981)

Como ésta, pocas películas han sabido dar cuenta de la compleja realidad política y violenta del país, además lo logra con gran sentido visual y narrativo. Fue víctima de la censura, naturalmente.

5. Pura sangre (Luis Ospina, 1982)

Cine de género desde Caliwood que combina el horror con los mitos urbanos y la realidad política nacionales. Llena de momentos brillantes y hecha por el director más cinéfilo del país.

6. La mansión de Araucaima (Carlos Mayolo, 1987)

Perteneciente a un género inventado por su director: el gótico tropical. Sus cuidadas y sensuales imágenes consiguen recrear personajes y atmósferas tan atractivos como turbadores.

7. Rodrigo D (Víctor Gaviria, 1988)

Elegido por ser el primero, pero podría ser cualquiera de los filmes de este realizador, el mejor director-autor del país, con un talento enorme para combinar la realidad del cine y la realidad real.

8. Confesión a Laura (Jaime Osorio, 1990)

El intimismo y sutileza logrados aquí son escasos en el cine colombiano. Una pareja, una casa y una noche, pero el universo de emociones y sentimientos que despliega es ilimitado.

9. La gente de La Universal (Felipe Aljure, 1993)

La naturaleza de los colombianos y su contexto urbano están retratados en este filme inteligente, agudo y vivaz en su concepción visual, además con unas interpretaciones memorables.

10. La primera noche (Luis Alberto Restrepo, 2003)

Una dura y conmovedora historia contada brillantemente, por lo que consigue ser reveladora y contundente en el tratamiento de su tema: la violencia y el desplazamiento en Colombia.

 

Publicado el 15 de enero de 2006 en el suplemento Generación de El Colombiano de Medellín.

RECIBA EN SU CORREO LA CRÍTICA DE LA SEMANA