Por Oswaldo Osorio  

Jane Russell caminó las 37 páginas que la separaban de Marilyn Monroe, en un Diccionario de Estrellas de Cine, para hacerle la visita. Este paseo era un rito que se repetía casi todos los días, porque Marilyn no salía con mucha frecuencia y porque a ninguna de las dos le gustaba permanecer demasiado tiempo sola sin con quién conversar y reír un poco.

Marilyn, a pesar de las habladurías, gozaba de gran prestigio en aquella ciudad-diccionario: Era una de las siete personas que estaba en la portada (pero su foto era la más grande), tenía casi para ella sola la página 171 y su reseña era una mansión de 43 renglones, una de las más grandes de todo el libro.

-¡Marilyn! ¿Adivina qué? -Dijo emocionada Jane Russell, todavía parada en el umbral de la puerta.

-¿Qué pasa Jane? -Preguntó Marilyn Monroe con un ligero brillo en sus ojos.

-¡Ha muerto James Stewart! -Exclamó con vivacidad Jane Russell.

-¡Pero qué maravillosa noticia! Tenemos que hacer algo para celebrarlo.

-¿En qué página está él? -Preguntó Jane.

-Creo que en la 223. -Dijo Marilyn.

-Bueno, entonces tenemos que ir ya mismo a visitarlo, darle nuestras condolencias e invitarlo a una fiesta de celebración. ¿La hacemos aquí en tu casa, como siempre?

-¡Pero claro, ni modo hacerla en la tuya! -Dijo Marilyn y rió un poco.

-¿Qué tiene mi casa? -Preguntó disgustada Jane.

-Jane, querida, no podemos organizar una fiesta en una de las páginas más populosas de ciudad-diccionario. Y mucho menos con invitados como Grace Kelly y la señorita Hepburn. -Explicó Marilyn a su amiga.

-¿Audrey?

-Noo. Katherine Hepburn. -Dijo Marilyn.

-¿Es necesario invitar a esas “encopetadas”? -Dijo Jane frunciendo el ceño.

-¡Claro! Porque las dos trabajaron con James Stewart.

-Bueno, pero eso no es razón para que hables mal de mi casa. -Dijo Jane Russell recordando que estaba enojada.

-Ya te dije, Jane, es porque está en una página muy populosa y, además, sólo tiene doce líneas. ¿Cómo pretendes que vamos a meter tanta gente en sólo doce líneas? -Le argumentó Marilyn a su amiga.

-Pero es que me lo vives repitiendo y yo ya me estoy cansando de eso. -Dijo resentida Jane Russell.

-Disculpa, querida, no lo volveré a hacer. -Dijo Marilyn con sinceridad.

-Además, a mí me gusta mucho mi página, no te imaginas lo divertidos que son Mickey Rourke y Kurt Russell; no como tú, que sólo tienes cerca a dos aburridos extranjeros: ese franchute de Yves Montand y el engreído de Ricardo Montalbán.

-¡Yo me acabo de disculpar y tu sólo piensas en atacarme! -Dijo Marilyn visiblemente alterada.

-Está bien, discúlpame tú también. Mejor dejemos de pelear y vamos de una vez a darle el pésame a Jimmy. -Dijo conciliadora Jane.

Salieron y caminaron con la misma edad e imagen que tenían en Los Caballeros las Prefieren Rubias, porque la foto de Jane Russell correspondía a esa película. Marilyn Monroe, aunque tenía varias fotos suyas a lo largo y ancho de toda ciudad-diccionario (incluyendo la que había en la portada, que para muchos era la mejor de todo el libro), cuando salía con Jane Russell utilizaba la de esa película en que había trabajado con ella, no era su mejor imagen, pero era lo menos que podía hacer por consideración con su amiga.

Iban apenas por la página de los Moore, cuando a Jane Russell se le ocurrió que tal vez James Stewart no aceptaba la invitación, pues siempre había sido un hombre tímido y reservado. Entonces propuso a Marilyn:

-¿Por qué no invitamos a las demás personas primero?

-Tienes razón, de esa forma Jimmy no se podrá negar. -Aceptó Marilyn.

-¿A quién invitamos primero? -Preguntó Jane Russell.

-Pues, primero a los primeros. -Señaló Marilyn con naturalidad y luego agregó:

-Vamos a la página 91 donde Clark y Greta, y después nos devolvemos invitando a los demás.

-De haber sabido que iba para la reseña más grande de ciudad-diccionario, me hubiera arreglado mejor. -Dijo afligida Jane Russell.

-No te preocupes, querida, Clark es un hombre muy agradable y descomplicado. Mejor, mientras caminamos, hacemos una lista de las demás personas que vamos a invitar.

-Bueno. -Dijo Jane mientras sacaba una libreta de su cartera.
¿Qué te parece si pasamos por la 180 y le decimos a Jack Nicholson y a Paul Newman? ¡Son tan divertidos! -Empezó Marilyn Monroe emocionada.

-Nicholson y Newman, listo. -Dijo Jane Russell mientras apuntaba en la libreta.

-¿Hay aquí algún director que haya trabajado con él? -Preguntó Marilyn.

-No, no creo. Haber yo pienso... Capra, Cukor, Mann, Ford, Hitchcock... No, creo que ninguno de ellos actuaba.

-Entonces invitemos a otros, aunque no hayan trabajado con Jimmy. -Propuso Marilyn.

-¡Pero Marilyn, los directores a veces son tan aburridos! ¿Tenemos qué hacerlo? -Se quejó Jane.

-Sí querida, porque ellos le dan importancia a cualquier reunión. Pero tranquila, sólo invitaremos a los tres más importantes.

-¿Qué son quiénes? 

-Pues, Charles Chaplin, Orson Welles y Woody Allen. -Dijo Marilyn.

-¡Ah, pero qué bueno! ¡Los tres son muy divertidos! -Dijo efusiva Jane Russell, pero luego añadió un poco sombría:

-¿Pero si Chaplin trae consigo al raro de Lon Channey?

-¿Raro? ¿Cómo que raro, Jane? Porque hacía películas de horror no quiere decir que sea raro. -Lo defendió Marilyn.

-¡Claro que es raro! Además, cuando él hizo sus primeras películas, el cine todavía era presentado en los circos y promocionado como “el invento de un mago”. -Dijo Jane Russell entornando los ojos, y añadió:

-¿No entiendo cómo piensas eso, si siempre me estás hablando del prestigio y la popularidad?

-Yo no estoy diciendo que quiera invitarlo, sólo que, como es vecino de Chaplin, es muy probable vayan juntos. Además, ¿No has visto su reseña? es casi tan grande como la del mismo Chaplin.

-Bueno, bueno, no importa. Sigamos con nuestra lista. -Concedió Jane Russell.

-¿Qué tal si invitamos a los hermanos Bridges? Tienen una hermosa foto juntos en la página 40. -Dijo animada Marilyn.

-Sí, me parece bien, además, su padre también murió hace poco. Sólo que eso implicaría caminar más. -Observó Jane Russell.

-¡Y eso que importa! -Exclamó Marilyn- De todas formas tenemos que ir hasta la página 9 para invitar a Woody Allen. Me sorprende que tú, que caminas de arriba a abajo ciudad-diccionario todos los días, me vengas con esas cosas.

-Tienes razón. -Aceptó Jane y luego dijo en medio de risas:

-El que debería quejarse es Bud Abbot cuando vaya a visitar a George Zucco.

-¿Abbot es amigo de George Zucco? -Preguntó confundida Marilyn, con lo que Jane Russell rió más profusamente y dijo:

-Noo, querida, es que Zucco es el último de ciudad-diccionario.

-¿Y eso qué tiene qué ver? ¿No es Costello el amigo de Abbot? -Preguntó Marilyn todavía sin entender lo que su amiga decía. Jane Russell dejó de reír y adoptó una expresión desconsolada y luego añadió con seriedad:

-Es que Bud Abbot es el primero de ciudad-diccionario y George Zucco el último. Era un chiste tonto, Marilyn. Sólo un chiste.

Ambas guardaron silencio por un momento. Jane Russell estaba un poco apenada por evidenciar nuevamente la ingenuidad y lentitud de Marilyn Monroe para captar ciertas cosas, pero no podía hacer nada al respecto. Las dos eran conscientes de que esa situación sucedía tan a menudo como aquella en que Marilyn le sacaba en cara a Jane la desigualdad en prestigio y posición que había entre ellas. Tal vez por eso era fuerte su amistad. Siempre tenían pequeñas discusiones, pero el resentimiento sólo duraba el tiempo que demorara el reinicio de un nuevo intercambio de frases.

-¡Mira, Jane, es Lilliam Gish! -Exclamó Marilyn Monroe al pasar por la página 97.

-¿La invitamos? -Preguntó Jane.

-¡Pero Claro! Es toda una institución del cine. La primera diva. Sin ella tal vez nosotras no existiríamos. Mira, tiene dos fotos en su página. ¡Nadie más que ella tiene dos fotos en la misma página! -Dijo excitada Marilyn.

-A mí me parece más bien deprimente, Marilyn, no le veo la gracia tener dos fotos suyas en la misma página, si entre ellas hay una diferencia de cincuenta años. ¡Lo que nos muestra esta página es el paso horrible de los años! -Declaró Jane Russell casi compungida.

-No es para tanto Jane.

-Claro, eso dices tú porque tuviste una muerte joven. Pero dímelo a mí, que cuando muera saldrá en el periódico la noticia de mi muerte y una hermosa foto con mi esplendoroso busto, pero al lado, también pondrán la imagen de una viejita encogida y arrugada, y con crueldad le dirán a los lectores que se trata de la misma persona. -Dijo Jane Russell con una expresión de angustia en su rostro.

-¡Cállate! -Le susurró Marilyn, pues ya estaban junto a la puerta de Lilliam Gish.

Tocaron la puerta y salió una angelical joven en blanco y negro, con un chal sobre sus hombros y muy poco maquillaje. Las dos visitantes se miraron, pues las palabras de Jane Russell cobraban significado al no ver salir a la anciana que había en la foto en color sino a la Lilliam Gish de Lirios Rotos, una película que se hizo cuando ni siquiera los padres de ninguna de las dos se conocían todavía.

-Buenos días señoritas. -Las saludó afable Lilliam Gish.

-¿Cómo está señorita Gish? Jane y yo veníamos a hacerle una invitación.

-Sí, las escucho. -Dijo ella entusiasmada.

-Lo que pasa es que murió James Stewart. -Explicó Jane Russell.

-¡Ah, qué pena! -Se lamentó Lilliam Gish.

-¿Pena por qué, señorita Gish? -Dijo jovialmente Marilyn, y continuó:

-Usted sabe que las biografías terminadas gozamos de un gran respeto aquí en ciudad-diccionario.

-Sí, señorita Monroe, eso es cierto. Pero yo coincido con su amiga. -Jane y Marilyn intercambiaron apenadas una rápida mirada- Para nosotros los actores es muy cruel vernos envejecer. Usted porque murió joven puede decir eso, pero muchos de nosotros no. -El rostro de Marilyn Monroe se ensombreció un poco, y al ver esto la joven agregó:

-Pero no ponga esa cara, señorita Monroe. Yo les agradezco mucho la invitación, porque ya aquí no se acuerdan mucho de gente como yo. El único es mi vecino de al lado, el señor Terry Gilliam, pero él hace unas fiestas muy extravagantes y sus amigos son todos unos ingleses alocados.  -Hizo una pausa y luego agregó sonriente:

-Sólo díganme dónde y cuándo es, que allí estaré sin falta.
-Es en mi casa, en la página 171, el próximo sábado. -Indicó Marilyn recuperando su sonrisa.
¿Y puedo ir con Jhon Gilbert? -Preguntó Lilliam Gish tímidamente.

-¡Claro que sí! Y con quien usted quiera, señorita Gish. -Dijo efusiva Jane Russell.

Se despidieron y caminaron en silencio, al parecer reflexionado sobre aquello del paso de los años. Marilyn Monroe porque nunca se había percatado de ello y Jane Russell porque sabía que tarde o temprano le iba a pasar lo mismo. Sólo distrajo un poco su atención pasar junto a las reseñas de Mel Gibson y de Richard Gere, pues los galanes de épocas posteriores a las suyas siempre les llamaba tremendamente la atención.

Se acercaban ya a las primeras páginas del sector G, una zona muy exclusiva por la presencia de reseñas como las de Judy Garland y Ava Gardner, pero sobre todo, por quienes la encabezaban: Clark Gable y Greta Garbo, ellos lo tenían casi todo: eran mitos del cine, tenían reseñas enormes, una página para ellos solos, dos fotos hermosísimas en su página y muchas otras a lo largo de ciudad-diccionario.

Clark Gable las atendió divinamente, y Greta Garbo fue un poco más fría, pero aceptó la invitación. Salieron de la página 91 discutiendo si pasaban por la página de los Fonda para invitarlos, porque Jane Russell alegaba que Peter y James Stewart se habían peleado en los años cincuenta. Marilyn Monroe le decía que si era cierto, entonces aquélla era la oportunidad para reconciliarlos, pues sabía que durante los cuarenta habían sido grandes amigos.

Siguieron caminando hasta la página 9, donde vivía Woody Allen, y en su recorrido invitaron a más gente de la que cabía en la casa de Marilyn Monroe; pero eso no les importó, porque aquello era ciudad-dicionario, un lugar lleno de personas que, de cierta forma, en algún momento de sus vidas fueron casi dioses que lo podían todo.

La fiesta se hizo y fue un gran éxito, todos le dieron su pésame al querido y viejo Jimmy, y fue especialmente emotivo el momento en que la misma Marilyn Monroe, en medio de la euforia de todos los invitados, le completó el paréntesis, donde estaba su fecha de nacimiento, con el año de su muerte.

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